lunes, 26 de diciembre de 2011
viernes, 21 de octubre de 2011
Detrás de él estaba su nariz
Istvansch
Ilustraciones del autor.
Buenos Aires, Ediciones del Eclipse, 2008. Colección Libros-álbum del Eclipse
Ilustraciones del autor.
Buenos Aires, Ediciones del Eclipse, 2008. Colección Libros-álbum del Eclipse
por Marcela Carranza
Artistas plásticos, diseñadores de renombre han incursionado en el arte del libro-objeto. También lo han hecho artistas cuyo destinatario no es el espectador adulto de obras plásticas sino el niño. (1) Es que el libro objeto tiene ese componente lúdico propio de todo hecho artístico, esa experimentación con la materia; llámese forma, color, textura, dimensiones, diseño… tan cercana al juego del niño, a su descubrimiento del mundo.
Leer es jugar, un libro es un juguete, esa podría ser una definición que le calzaría muy bien a este libro y que quizás aliviaría a los buscadores de clasificaciones útiles y necesarias.
Los libros tienen su historia y ésta suele comenzar mucho antes del momento en que llegan a las manos de los lectores. Este libro tuvo su primera edición en Francia, en el año 1995. Su título era otro: Refrains sans freins (2). Previamente a esta edición, el autor había peregrinado por las editoriales argentinas pero si bien la propuesta era muy bien aceptada por los editores, todos coincidían en que no existía una colección capaz de contenerla, y “a los libros así, raros, los libreros no saben dónde meterlos”, era la respuesta repetida.
Un sobre-tapa, rectangular, angosto y largo. En uno de sus extremos, un personaje, cuya nariz continúa más allá del borde para “dar la vuelta” y finalizar en su nuca, literaliza el título del libro.
Dentro del sobre el lector hallará siete bandas de papel. La primera, que podríamos llamar: la banda-portadilla, ofrece gráficamente las instrucciones para armar las bandas infinitas.
Recordemos cuál es la propiedad de la famosa cinta descubierta por los matemáticos Möbius y Listing: si se sigue la cara o el borde de una cinta de Moebius con un dedo, se alcanza el punto de partida habiendo recorrido “ambas caras y bordes”, por lo tanto, en una cinta de Moebius existe un solo borde, una sola cara y el viaje por ella puede repetirse al infinito. Es a partir de esta propiedad que Istvansch muy ingeniosamente construye sus historias tanto en el texto como las imágenes. Textos e imágenes, la lectura, la historia en sí pueden comenzar en el punto de la cinta que el lector elija, y pueden concluir del mismo modo. Así como está la increíble posibilidad matemática de que la lectura no concluya nunca.
Si el objeto en sí, el sobre con sus bandas, desafía las leyes que habitualmente definen un libro, podemos decir que la concepción de este libro a partir de la cinta de Moebius desafía las convenciones de la lectura, y por qué no, las leyes del sentido común.
Como la posibilidad matemática brindada por la banda de Moebius, las historias que estas bandas cuentan hacen posible aquello que nuestra concepción de la “realidad”, las reglas físicas e incluso los dichos populares, plantean como un imposible. Así la conocida frase popular “El pez grande se come al chico” por ejemplo da origen a un micro relato donde lo esperable se invierte humorísticamente. ¿Puede un hombre asustarse al encontrar que detrás de él está su nariz? ¿Puede un maquinista de tren distraerse al observar a una chica que le tira besos desde el último vagón?…
La técnica utilizada es la que caracteriza el estilo del autor: cartulinas de vivos colores recortadas hasta el ínfimo detalle para crear las figuras. La cinta de Moebius en su paradójica simpleza material y complejidad conceptual parece llevarse mejor con aquellas microhistorias donde la ilustración destaca por la sencillez de sus elementos gráficos. Si por un lado las figuras tienden hacia la geometría, y en esto radica parte de su simpleza, por otro lado el papel recortado y la composición de los colores juega en construir hasta el mínimo detalle, como es el caso de los ojos sorprendidos del narigón.
Sin principio, ni final. La cinta de Moebius, la repetición al infinito. Un punto de inicio para la lectura regido por el azar o la libertad del lector, la imposibilidad de una conclusión o la posibilidad de concluir cuando al lector le plazca. No es poco para un libro, no es poco para un libro destinado a los niños.
Notas
(1) Un excelente ejemplo de esto es Lágrimas de cocodrilo, realizado por André François en 1956. Ver reseña de este libro publicada en el Nº 264 (Buenos Aires, 26/01/2010).
(2) Istvan. Refrains sans freins. Landemer (Francia), Editorial Motus, 1995.
(4) En la edición francesa, el armado de las bandas de Moebius se realizaba mediante el uso de stickers; esto significaba que la banda una vez pegada ya no podía volver a despegarse. En la edición argentina el troquelado permite el juego de armado y desarmado por parte del lector.
FUENTE: Revista Imaginaria Nº 303 18/10/11 http://www.imaginaria.com.ar/2011/10/detras-de-el-estaba-su-nariz/
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